El espejismo se rompe: Mi rutina a bordo (o cómo aprendí que 27 segundos son una bendición y una maldición)
¡Hola, gente! Bienvenidos a esta tercera entrega. Hoy vamos a hablar de algo que no tiene tanto glamour como los atardeceres en el mar, pero que es la base de todo: la rutina. O, como yo le llamo, "el momento en que el espejismo se rompe y la vida real a bordo te da un bofetón de realidad".


Pasaron esos primeros días de euforia y caos, y me fui encontrando con una rutina que exigía un ajuste inmediato. Me di cuenta de que cada minuto contaba. Y cuando digo cada minuto, es CADA minuto. Lo gracioso es que una de las primeras maravillas que descubrí al subir es que no necesitaba transporte para ir a trabajar. ¿El viaje? 27 segundos. Sí, hice un video en Instagram que lo demuestra: 27 segundos desde mi cabina hasta la entrada de mi oficina.
Parece un sueño, ¿no? "Ah, podés dormir hasta dos minutos antes", pensarán. Y sí... pero no. Es una mezcla rara de "qué suerte" y "no me da el tiempo para nada". El día se divide en un turno por la mañana y otro por la tarde/noche. Por ejemplo, un horario típico: de 8 a 12 y luego de 16 a 20 hs.
Lo Bueno: La Vida en Modo "Todo Incluido" (Pero sin Piña Colada)
Lo genial de esta vida, además del "viaje" de 27 segundos al trabajo, es que la comida ya está hecha. Punto. No hay que cocinar, ni lavar platos. Te acercás al comedor y el desayuno, el almuerzo, la cena... todo está listo. Es un "todo incluido" aplicado a la vida laboral. Un lujo, la verdad.
La Realidad: La Trilogía del Tiempo Libre (y por qué no podes hacerlo todo)
Ahora, terminás tu turno a las 20:00 hs. Suena bien, ¿no? Como un trabajo normal. Pero aquí es donde viene el giro de tuerca. A esa hora, el barco ya está navegando. No podés bajar. Tus opciones post-trabajo no son muy glamurosas:
Ir al Crew Bar (el bar de la tripulación).
Cenar y acostarte a dormir.
El Crew Bar se vuelve tu aliado social. Es donde afianzás amistades, donde encontrás esa segunda familia de la que les hablé. Las personas, al final, son las que te salvan.
Pero la verdadera magia (y el verdadero estrés) ocurre en la pausa del mediodía. Ahí tenés la opción de bajar al puerto. Y un sabio de la "Ship Life" me dio una lección que grabé a fuego: cuando tenés tiempo libre, tenés TRES opciones principales, y no las podés mezclar porque las hacés todas a medias:
Descansar (dormir una siesta, recuperar energía).
Comunicarte (llamar por videollamada a tu familia, a tus amigos).
Bajar al puerto (conocer el destino por el que, en teoría, trabajás en un crucero).
¿Por qué no podés mezclarlas? Se los digo por experiencia. Imaginen: salir corriendo del turno, almorzar un sándwich en 5 minutos, correr al gangway (la salida), coordinar un taxi con otros tripulantes, llegar a una playa o un monumento, elegir un bar, sacar fotos, tratar de absorber toda la cultura del lugar en dos horas... y en el medio, ¿pretender tener una videollamada tranquila con tu mamá? Imposible.
Si querés hablar con tu familia, tenés que quedarte en tu cabina, en paz. Si querés conocer el puerto, tenés que dedicarte a eso. Y si querés descansar... bueno, a veces una siesta es el mayor de los lujos.
La "Ship Life" es distinta, es exigente y tiene puntos de disfrute atípicos. O la amás con locura, o tenés que ponerle muchísimo el pecho al día a día. Pero les juro que, con sus altibajos, el aguante vale la pena.
Un abrazo grande desde algún lugar del mar,
Juan.
